lunes, 10 de junio de 2013

Experiencia


Las cinco y media de la tarde. Abres la ventana de tu balcón, acercas el sillón, te sientas, miras y ves solo el cielo, alguna nube y el sol.

Vaya momento, te sientas y te relajas. Colocas los pies encima de otra silla. Pones la radio, da igual lo que oigas, noticias, que música. Sin darte cuenta estas en otro mundo.

Ya no oyes la radio, el sol empieza a calentar y tú ni te das cuenta. Tu mente es la que anda a su aire. Repasa las cosas más raras. Una de éllas, es lo que tienes que hacer. Pensar en lo que tienes que hacer. Parece una contradicción o una tontería. Pero te das cuenta que lo que haces es pensar en lo que estás haciendo. Pensar que piensas. Pero que cosas. Hago lo que tengo que hacer. Vaya forma de soñar. O dejar a tu imaginación que vaya donde quiera.

Repasas todo lo que has hecho en el día. Como un diario sin escribir en el papel pero que quieres guardar de nuevo en tu memoria. Minuto a minuto, paso a paso. Retrocediendo hacia atrás hasta llegar al momento de a tu vigilia.

Y no sólo una sucesión de hechos sino de pensamientos que has ido atesorando con cada situación que has vivido, lo que has sentido, lo que has querido hacer y decir en cada caso. Y te asombra de cómo te funciona tu mente.

Las experiencias precedentes son las que van formando cada una de las actitudes de tu vida. Vas configurando cada uno de tus actos anteriores que dejaron su poso. Su molde. Aprendes de tus errores.

Haces de esas consecuencias tu maestría. Actúas rápidamente pero con la consciencia de que tu experiencia te hará equivocarte menos. Y eso te da más seguridad. Y aprendes rápido de todo o que vives cada minuto.


Sigue al sol, que te llena de vida, y deja a tu cabeza que se mueva en tu imaginación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario