martes, 2 de julio de 2013

Harina



Se me escapa de las manos. Parece la fina arena de la playa. Pero aun es más fina. Parece la sal blanca del mar. Pero aun es más blanca. Parece la suavidad del culo de un bebé pero aun es más delicada.

Su olor no dice nada. Pero en el final de su vida es uno de los olores que más buscamos. Se cría en invierno y se hace mayor en verano. De la tierra a la madera pasando por la piedra. Vaya vida.

En las manos expertas cobra una nueva vida. La alimenta con su agua, le pone la sal, la toca con suavidad, o con rudeza. Así es ella. Se maneja a su antojo.

La engorda, la estira, la alarga, la redondea, cuantas figuras tiene a su capricho. Y cuando la dejan tranquila y reposa, cuando menos se lo espera, toma calor en el horno, y cuanto!!, pero en ese momento cobra toda su fuerza.


Da sentido a su vida, surgen los aromas, se oyen sus cuerpos crujir. Y llega el momento esperado. Llévate a la boca el primer y mejor trozo del cuerpo creado con la harina, suave, blanca, y fina. 


Y a ti panadera, gracias

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