lunes, 8 de julio de 2013

Maldito Espejo



-Contigo no me voy, eres gorda!!.

Sorprendida y asustada me quedé. Pesaba menos que mi amiga y era más alta. Me hundió en la miseria. El ahogo me lleno la garganta de lágrimas. No pude resistirlas.

El espejo era mi canalla. Cada vez me decía lo mismo.
-Estas gorda y fea.

El cuarto de baño era mi habitación. Mi cama un suplicio y la calle el infierno. No entraba nada que no fuera a salir de mi cuerpo. Fuera lo que fuera. Delante de los demás me juré que nunca me notarían nada. Salvo que me verían más delgada y guapa cada día. Los días y semanas pasaron y el malaje de aquel espejo no tenía otra palabra en su boca. Gorda. Me encerraba en el aseo. Y hacia lo que fuera para sacar de mi cuerpo todo. Absolutamente todo.

Y el día llegó. Me caí al suelo en la puerta del colegio. Me desperté en el hospital. Llena de tubos y rodeada de médicos. Abrí los ojos y grité de miedo.

Me dijo una médico al oído, casi en un susurro, que estaba bien. Que ella me mimaría. Y que ahora descansara.

Cuando abrí los ojos de nuevo, mi madre estaba a mi lado. Con ojos de amor. Me llenó de besos. Besos y abrazos. Y me dijo tu eres muy especial, eres mi princesa, mi hija, y eres la reina de mi universo. Vamos a poder.

Decidí decirle a mi madre qué es lo que había hecho para que ella me explicara por qué. Solo me dijo que me enseñaría a mirarme con la misma verdad con la que ella lo hacía. Una mirada de complicidad surgió entre mosotras.

Fue el principio de mi nueva vida, el camino que nunca debí abandonar.


Fue el principio de una nueva vida

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