Marchaba el camión por la autovía. Viaje cómodo, rápido y tranquilo. Salieron temprano, llegando
a primera hora de la tarde a cargar seria suficiente. Iban con tiempo. Pasar
Valencia fue lo mas extraordinario, por la nueva circunvalación, era de 3
carriles y cuando antes se tardaba más de una hora en atravesarla, en menos de
15 minutos estaban ya en el peaje de entrada a la autopista. Una parada a tomar
café y ya directos a Barcelona, comida y a cargar.
Todo
iba bien hasta cruzar Vinaroz, el día cambió de pronto, los nubarrones
aparecieron, la brisa y el sol, dejaron paso a la lluvia y el viento, que cada
vez soplaba más fuerte. Era casi normal en esa zona, los famosos vientos del
Ebro, ya otra veces lo había padecido, pero siempre en coche.
Llegando
a Calafat, esa brisa fuerte, ya no lo era, el viento arreciaba de costado de la
tierra hacia el mar, y con fuerza, que poderío tiene ese elemento, me imagino
que como los otros cuando se embravecen, en un momento pasaron de estar en estado
normal a elevarse en el cielo, que pasó?, se preguntaron los dos. Se ha
levantado el camión?, tu lo has notado?, se ha levantado de mi lado más de un
metro.
No
habían recorrido ni 2 kilómetros cuando de nuevo el camión se levanto del lado
izquierdo, los dos vieron como el cielo cambiaba su horizonte, la carretera desaparecía
de su vista, y solo unos árboles lejanos se atrevían a colocarse al lado de sus
cabezas.
Para!!,
para por favor!!, yo me tiro del camión. Logró parar el camión acercándolo a la
valla de la autopista, y empezó la tragedia del día.
Se
habían bajado del camión,. Se parapetaban en el lado contrario al aire, pero el
camión, vacio, se levantaba del suelo, como un papel al soplarle un poco. La
lona empezaba a quedarse en jirones, los laterales del camión, parecían de
papel, con la resistencia al viento, era imposible mantenerse de pie, solo
reptando podían moverse para quitarse de un posible vuelco del cambio. Decidió arrastrarse
como pudo hasta el poste de avisos, mas de 3 kilómetros le parecieron, no había
mas de 200 metros, pero el esfuerzo era mayúsculo. Y allí recibió la noticia.
No podrían asistirles de momento, un autocar con 54 personas había volcado en
la carretera Nacional y había fallecidos.
Solo
por su cabeza pasó en un instante la posibilidad de tal desgracia. Estaban
vivos, ahora si veía el peligro ya corrido y el que aun podían correr, había
que poner todos los medios para que nos les pasara nada y aun poder salvar lo
que quedaba del camión. Ya no había lona, voló.
Las
horas pasaban, el viento arreciaba, abrieron las puertas laterales del camión
para que ofreciera menos resistencia, que ilusos, era demasiado fuerte esa
brisa de la mañana, era un huracán quien
les azotaba ahora.
Después
de 8 infernales horas, apareció un coche de la Guardia Civil, quien pudo
detener un camión largo que iba bien cargado de patatas, por fin alguien podía ayudarles.
Colocaron el camión en paralelo al suyo y con el coche de la Guardia Civil detrás,
para detener el tráfico, pudieron avanzar solo 5 kilómetros que les faltaban
para un Área de servicio. Salvados!!!.
Al
llegar al área de servicio que se entraba hacia la derecha, nadie pensó que al
seguir en paralelo, el viento huracanado les daría ahora por la parte trasera. Y
aquello sí que fue ver el infierno de cerca, y muy de cerca. El camión se
levanto de atrás hacia el cielo, dejando a los dos en la cabina mirando el
suelo, estaban en vertical con la cabeza hacia abajo. No les dió tiempo a
reaccionar, solo a ver toda su vida en esos segundo de muerte. Un golpe nuevo
de aire y el camión cayó a plomo. No lo pensaron entonces. Abrieron las puertas
y cada uno por su lado se tiraron fuera del camión, alejándose a toda velocidad
hacia la estación de servicio.
La
guardia Civil presenció la escena, y aun se asustó mas viendo al camión casi
volar por los aires. Avisó al chofer del camión de patatas. Lo volvieron a
colocar de tal forma que cortara el viento en cualquier momento, hasta conseguir
colocarlo a salvo tras los muros de la estación de servicio. Por fin todo
controlado, camión a salvo y ellos dentro del edifico de la estación de
servicio. Agradecidos ya todos y a esperar que el huracán volviera a ser una
brisa.
Aun
pasaron horas de desasosiego, las chapas de los tejados del aparcamiento se
arrancaban como hojas de papel en manos de un niño, volaban por el suelo
saltando chispas en su arrastre, en cualquier momento se podía desencadenar una tragedia.
No
hubo quien cerrara un ojo hasta el amanecer que empezó a amainar, convirtiendo
el huracán en viento fuerte, y de ahí, a brisa de nuevo.
Cuando
una brisa se enfurece…
Que
no se unan. Que solo sea una. Dejará de ser quien es
....Que experiencia.
ResponderEliminarque miedo !!!
ResponderEliminarBueno, después de tomada la tila ya puedo valorar este excelente relato que te deja en vilo durante toda su lectura, toda. El final, como en otras ocasiones, es una sentencia marca de la casa. Enhorabuena querido amigo Txentxo. Un muy fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues en mi propia carne la sufrí. Una experiencia más.
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