Éramos
iguales. Eso decían ellas. Sus hijas. Altos, delgados y hasta con
bigote. Una de las pocas personas que te marcan en tu vida.
Siempre
lo esperaba con ansiedad y eso que algunas cosas que me hacia eran de denuncia
ahora. Qué va!!!! Era mi encanto. Me trataba como al rey del gran reino.
Siempre con sus sonrisas, sus alegrías. Sus chistes siempre nuevos y a cada
cual mejor. Alguien a quien emular, en quien me fijaba en todo para imitarlo.
Creo que lo del bigote y las corbatas que tanto marcan mi estilo, ahora afirmo
que sé de donde vienen.
Llegaba
y como regalo me colgaba de dos cables de acero que cruzaban la cocina,
aquellos que después mi abuela llenaba de chorizos, morcillas, salchichones y
yo que sé de qué más cosas. Pero allí me dejaba pataleando hasta los límites de
mi vida, siempre pensando que no aguantaría mas y me caería, pero nunca paso.
Siempre llegaba cuando había superado yo el límite del esfuerzo y me cogía y
bajaba. El caso es que cada vez aguantaba más tiempo. Era como si él supiera que
yo me esforzaría en ser mas fuerte cada vez. Y ahora con la madurez de los años
estoy más que convencido de ello.
Era
un hombre chiquillo. Un tío que se volvía niño contigo al lado sin dejar de ser
un adulto. Se le quería no solo por eso. Si no por todo. Su don de gentes, su
sabiduría, su planta, vaya planta. Alegre. Perfecto amigo de sus amigos. Se
vaciaba por completo con su familia y más.
Ese
bocadillo pequeño de jamón y el quinto de cerveza para la merienda que le
preparaba su madre. Que envidia la mía. Ya seria yo mayor para tomármela igual.
Y como dibujaba con el boli de 4 colores aquel anuncio de pikolin.
Y los dos en el seminario.
Vidas
fusionadas? Enlazadas? Encadenadas en la fuerza?
Siempre
estas!!!!
sin duda..... Iguales !!
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