jueves, 2 de mayo de 2013

Por fin la tierra



Ocurría solo una vez al año. Pero el hecho de tener que ir a ver a su madre le producía una ansiedad agotadora y aterradora. Parecía que en el fondo de su ser no quisiera ir a verla. Conforme se acercaba los meses más se enfadaba. Le cambiaba el carácter. No podía concentrarse en nada. Ni trabajo, ni familia.
Y no digamos la última semana. Una angustia total. No podía dormir; conciliar el sueño ni con pastillas. Se le caían las cosas de las manos, no entraba la llave en la puerta. Se equivocada de despacho. Y que no tuviera algún juicio el día anterior. Eso sí que no. Era capaz de cambiar el puesto por una semana entera en el turno de oficio. Sería capaz de meter a su defendido en la cárcel siendo inocente.
Las fiestas ¿Qué fiestas? En el mes anterior no le entraba ni un cacahuete.
Creía que era algo malo. Pero no. Era miedo. Y qué miedo.  ¡Pánico!
Al fin llego el día de la partida. Quería que todo ocurriera en un segundo. Pero ese segundo parecía todo un año completo desde la última vez. Ese segundo pasaba tan lento que recordaba todo lo ya vivido durante ese tiempo.
Y llegó a casa de su madre. Y la primera palabra que tenía hacia ella siempre la misma, mamá la última vez que vuelo.
Por fin pisó la tierra. Uf.

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