No pudo estar mucho tiempo con éllas. Se
perdió casi toda su niñez. Pero el poco tiempo que le dejaba su trabajo, sobre
todo los fines de semana, no las dejaba. No había momento que no estrujar los
segundos con sus niñas.
A vestirlas. Al parque. A pasear. A aprender
con ellas las lecciones. A comprarles ropa. Bañarlas y bañarse juntos.
Ellas mandaban en su vida ahora que la madre
ya no estaba. Todos los momentos eran un recuerdo continuo de élla. Cuanta
falta hacia en una familia la figura de la madre. Ya podía multiplicarse. Sacar
seis brazos. Pensar como mujer. Y sentir lo que una madre y esposa siente. Pero
que va. Imposible. Eso no se sustituye con nada. Solo se compensa con amor a
espuertas. A cántaros como la lluvia. Ni Aún así. Pero eran felices. Difíciles
los días. Pero salían del paso.
Día a día se daba cuenta que los cambios
llegaban más rápidos que su capacidad de adaptarse a ellos. Pero si aprendió
desde el principio que la naturalidad y la sencillez de las cosas estaba de su
parte siempre. A preguntas concretas de sus hijas respuestas claras y
sencillas. Sin buscar más explicaciones que las que necesitaba cada una de
ellas en su caso. Estar a su nivel no significa hablarles con su lenguaje sino
hablarles con el lenguaje de un mayor pero con el mayor sentido común posible.
Algo que al principio le costó mucho. Pero ellas mismas lo fueron educando con
sus respuestas de actitud ante las decisiones de él.
Y como todo llega. Llegó con naturalidad. Aquella
mañana la estaban esperando en la puerta de casa, con sus primas y primos. Y soltó
la frase. Papá ya soy mujer, biennnn!!!
Con la mayor naturalidad y sencillez.
Algunos se pusieron colorados. Pero éllos a reír.
Un paso más en la vida.
no hay mejor forma de hablarle y explicarle a un hijo
ResponderEliminarsimplemente natural y sencillo como la vida......aunque nosotros tratemos de complicarlaaaaa
PRECIOSO RELATO,....COMO SIEMPRE GENIAL
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