miércoles, 17 de julio de 2013

Caballo de Cartón



En esa casa se hablaba de comida, pero pocas veces, se hablaba de educación pero de aquella forma, ordenó y mando, se hablaba de muebles, pero sólo de alguna hamaca de cuerdas. Se hablaba del tiempo. Si de eso si se hablaba mucho, del frío que pasaban y de cuánto se mojaban. O del calor sofocante del verano que solo se aplacaba en la fuente de las caballerías.

No se hablaba de risas. No se hablaba de colores. No se hablaba de luces. No se hablaba de juguetes. No se hablaba. Para qué? No había nada de qué hablar.

Dos churumbeles de 4 y 5 años. Que necesitaban hasta vivir. Porque eso no era vida.

Aquel día se encontró en el cubo de basura buscando chatarra un caballo de cartón roto. No lo pensó dos veces. Esa era la mejor comida. Era la mejor cultura. Era la mejor cama. Eran las mejores alegrías, mejor dicho, serian las primeras alegrías que habría en su casa.

Se le iluminó la cara. Había visto las sonrisas de sus hijos por primera vez. Y decidió recomponer ese caballo lo mejor posible para que pareciera nuevo. Y qué más daba como estuviera. Nunca habían visto uno. Les parecería el mejor del mundo. Y aun así algo le hizo. Lo limpio un poco. Y cargó con él.

Nunca un padre con él había visto en los ojos de sus hijos la luz del sol. El brillo de las estrellas. La alegría de mil payasos juntos.


Por un momento en su casa había de todo. Un caballo de cartón roto y viejo

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