miércoles, 5 de junio de 2013

Pentalogía de los sentidos: Olfato


Tanto tiempo solicitando la reserva, más de seis meses y por fin recibió el email. La fecha seria después del verano. Por fin podría degustar la excelente comida de un tres estrellas Michelin. Todo se fue preparando con mimo. La ropa, el viaje, el hotel. No había prisa para es odisea. Habían sido más de dos años de espera para cumplir uno de sus sueños más deseados.

Llegó el día. Ya estaban en el hotel. Toda la liturgia estaba prevista. Lo más importante la hora de llegada. Era la única condición que exigía el restaurador. La puntualidad. Y tenía su porqué.

Al llegar el entorno ya merecía la pena el esfuerzo y la paciencia demostrada.

La idea de pasar unas horas disfrutando de uno de los mayores placeres de su vida le creaba una excitación muy alta.

Y entonces se dio cuenta que todo empezaba a tomar sentido en su cabeza. Los olores que llegaban eran los que ni siquiera esperaba. El humo del sarmiento, el tono del queso curado, el hollín de la lumbre, el corcho del vino añejo, la leche de oveja, el jabón de los de antes, las nueces recién machacadas. El verdejo, el café recién hecho.

Claro todo aquello eran los recuerdos a la comida de siempre, la de su abuela, a la comida familiar, a la auténtica, a la de verdad.


Y era un tres estrellas, sus olores eran el principio de la verdad de la comida.

4 comentarios:

  1. Que sera, que los olores nos recuerdan épocas de la niñez y el hogar?????

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  2. Precioso. Justo lo leo a la hora de comer...mi olfato ya huele. Gracias, Asensio

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  3. Excelente vuelta de tuerca para llegar a los orígenes olfativos de la buena comida, la de siempre, la de verdad. Muy buen texto y muy acertada la imagen que lo acompaña, querido amigo Txentxo. Enhorabuena y un muy fuerte abrazo.

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