Abriste
la puerta de tu juventud y revolviste todos tus recuerdos. Entraste en tus
habitaciones y miraste donde estaban tus miedos y tus angustias. Diste a las
arrugas un estirón. A los espacios su abrigo y a las miserias su descanso
definitivo. Notabas que la realidad no era la ficción de antes. Dejabas de ser
el patito invisible para ser el cisne que nunca dejaste de ser.
Portazo
a tu vida de inseguridad que por los años pasados no dejan de ser experiencia
de vida, de seguridad que reafirma una posición nueva. Miras por el hombro del
rasero que todos están donde deben. No hay nadie por encima ni tu estas por
debajo. Te ven y los ves. Te colocan y los colocas.
Nada
hay de inseguro ahora. Solo más ladrillos que forman tu vida. Ni siquiera hace
falta el acero, ni la seda. Solo los pasos sencillos pero seguros. La vida
tiene luz. Toda. Incluso las lúgubres incógnitas que merodeaban por los sueños
agitados de tu juventud.
Has
encendido la llama que iluminará los nuevos miedos que te acechan, pero no
saben que ahora estas llena de la valentía para vencerlos.
Segura
y firme sigue descubriéndote
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