Cada sobresalto en la cama, era un sudor
helado que le corría por la espalda empapando la almohada y las sabanas. Un
nudo agrio se quedaba en su garganta. Cada vez eran con más frecuencia y las
mismas palabras se agolpaban en su frente.
Un sapo más a tragar. Un gusano más que
anidaba en su estomago. Estaba ya cansado de tener esos sobresaltos casi todos los
días. Mas frecuentes. Y con miedo que se convirtieran en diarios.
Tenía que llegar el día que tomará una
decisión. Que no una solución. Deseaba con todo el corazón que terminarán esas
situaciones, que aún por el día ya llegaban también. Eran agobiantes.
Pero aquella noche no pudo más. Se dió cuenta que era él el que quería afrontar su vida. Su situación en aquella vida,
que no había decidido vivir, pero de la que ya no tenía marcha atrás.
Él era el culpable y solo él de como estaba.
Y esa noche se lo dijo y lo hizo. Empezó a comer esos sapos y esos gusanos si
quería sobrevivir. Se dió cuenta que le ayudarían a entender su vida. Que si no
se los comía siempre le perseguirán.
Así que a comer y a vivir. Le haría más
fuerte y no daría un paso atrás. Ahora no habría gusanos ni sapos. El crearía
princesas y manjares. Saldría adelante
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